INVITAR A LA ESPIRITUALIDAD CRISTIANA PARA UNA JUSTICIA,  PAZ Y INTEGRIDAD DE LA CREACIÓN SOSTENIBLE

 

Publicado por Chika Onyejiuwa | 5 de mayo de 2017 | Espiritualidad | |

  1. Una visión general: Existe una amplia perspectiva sobre la comprensión de los significados y definiciones de la espiritualidad, pero la que hace la unión de Justicia, Paz e Integridad de la Creación (JPIC) me la ofreció, de una manera muy sencilla, profunda y útil, uno de mis maestros, Denis Hamm SJ, que define la espiritualidad de esta manera: “Tu modo de MIRAR conduce tu manera de VIVIR.” La definición es revolucionaria de dos formas importantes.

– En primer lugar, subraya que la lente a través de la cual miramos el mundo, condiciona nuestras relaciones con las personas y el medio ambiente, impidiendo que la espiritualidad se concentre inútilmente en un seguimiento reglamentado de doctrinas religiosas, devociones y rituales.

Me parece que la crisis de pertenencia que la Iglesia atraviesa en Europa y América, y la falta de compromiso con la ética cristiana y los valores que los cristianos generalmente tienen actualmente, se puede remontar a la comprensión que se tenía antiguamente creyendo que ser cristiano era una cuestión de seguir determinadas doctrinas y rituales.

– En segundo lugar, coloca la responsabilidad de nuestra conducta directamente sobre nuestros propios hombros. Nuestra relación con otros seres humanos en el mundo y la naturaleza surge de la manera cómo los vemos. Cuando los vemos como herramientas para amasar nuestros egos humanos, entonces tenemos un procedimiento de manipulación para relacionarnos con ellos. Obviamente, estas relaciones hablan de nuestra espiritualidad más que cualquier cosa que podamos decir acerca de ella y nos revela nuestros valores y las ficciones que los median y sostienen. Las opciones que hacemos en cada situación son expresiones concretas de estos valores y de nuestra espiritualidad.

Para Justicia, Paz e Integridad de la Creación (JPIC), la espiritualidad subyacente es que Dios cuida y busca el bienestar de todos los pueblos sobre la tierra y de la misma tierra. Los cristianos profesan compartir esta visión de Dios pero la inconsciente narrativa cristiana subyacente parece oponerse a la visión. De lo contrario, ¿por qué la gente es indiferente al grito de los pobres y al grito de la tierra, o escoge una excusa para encubrir su inacción? La respuesta a estas preguntas, que son muy pertinentes, reside en aquello que sostiene su espiritualidad. A menos que esto cambie, no se estará en sincronía con el plan de Dios para la creación. Tanto los esfuerzos pastorales como los misioneros a lo largo de los años,  han obtenido su fuerza de una espiritualidad informada de modo deficiente. La Espiritualidad de JPIC, pretende un cambio radical. Sin duda, como subraya Albert Einstein, «no podemos resolver nuestros problemas con la misma ideología con el que los creamos«. En este sentido, intentaremos trazar dos corrientes de teología en la Iglesia Católica desde Orígenes (AC 185-254) a Ireneo (130-202 DC) y examinarlas a través de la lente de la espiritualidad JPIC.

  1. La teología y la espiritualidad cristianas dominantes, tal como las consideramos hoy en día, se enredan errónea y accidentalmente en la cosmovisión dualista de Platón. La Iglesia vio los defectos en el modelo platónico con el que Orígenes presentó la cosmovisión cristiana y la rechazó, pero que se arraigó y continuó dominando la teología cristiana, la espiritualidad y la liturgia. Orígenes que lo importó quiso sistematizar la teología cristiana de la creación usando la cosmovisión platónica. En este esquema, Orígenes considera la Creación como un accidente en la historia. La Creación fue un acto de benevolencia de Dios para prevenir la aniquilación total de los espíritus racionales expulsados, ​​que se rebelaron contra Dios y quedaron atrapados en la materia (cuerpo) y se iban a caer en el no-ser último. De hecho, los espíritus gemían por la liberación. Salvación significa el regreso de los espíritus racionales a su estado original en la eternidad. El mundo material (materia), en el análisis final, volvería a caer en la nada de donde proviene [2].

La implicación del esquema teológico de Orígenes dice que la salvación, mediada por Cristo, es ayudar a los espíritus a regresar al cielo y que la resurrección no tendrá corporeidad. Por lo tanto, significa que nuestro ecosistema puede ser saqueado, porque su propósito último es servir a los seres humanos en su búsqueda del cielo. El ministerio pastoral para con los pobres estará guiado por la promesa del cielo que es de otro mundo: ‘Aguanta, pon tu confianza en Dios, este mundo no es tu hogar’ y así tenemos un fuerte apoyo para no traer a Lázaro a la mesa (Lc 16, 19-31). Seremos recompensados ​​por nuestros sufrimientos cuando vayamos al cielo y de este modo es lógico dar a los sufrimientos humanos una promesa de recompensa en el cielo. En este sentido, la teología de Orígenes es una receta bien articulada y teológica para la alienación de la naturaleza y es una grave injusticia para con los pobres.

 

Aunque la Iglesia descartó la teología de Orígenes, la espiritualidad cristiana y el alcance pastoral parecen guiarse por esta teología popular. Visto a través de esa lente, JPIC entiende que dar paliativos a los pobres en esta tierra, significa un enfoque problemático. El Papa Francisco llama la atención sobre este problema de la dualidad en “Laudato SI”, cuando subraya que el dualismo es un fenómeno malsano que desfigura el Evangelio en el transcurso de la historia [Laudato Si nº 98]. JPIC no puede sostenerse por una dualista visión del mundo. En el peor de los casos, podemos conformarnos con paliativos, y eso es lo que los misioneros han hecho a lo largo de los siglos, con sus maravillosos programas educativos, de hospitales, obras sociales, etc.  hasta que llegue el tiempo al cielo. Pero no estaban interesados ​​en la creación de una sociedad más justa que garantice el disfrute de los recursos de la tierra para todos (1Tim 6,17).
En contraste con Orígenes, Ireneo defendió una cosmovisión sostenible y una teología fundacional de la Creación que fue aceptada por la Iglesia, pero que fue relegada a un segundo plano. Vio la creación como un acto en el que Dios hizo surgir toda la creación deseando conducir todo lo creado a la realización final. Un punto importante en la teología de Ireneo es la comprensión del cumplimiento final de la historia de la Creación. En este marco, toda la Creación tendría una historia de crecimiento y consumación, aparte de la perturbación causada por el pecado humano [3].
De hecho, la misión salvífica de Cristo es doble. La primera es cumplir la intención original de la Creación para llegar a la consumación y la segunda es redimir a la humanidad caída. En este sentido, la salvación es el aspecto escatológico universal de la vocación de Cristo y la redención es la dimensión antropológica. En consecuencia, la Encarnación, la Redención, la Resurrección y la Escatología son componentes diferentes de la misma obra salvífica universal de Dios que se dirige hacia la consumación. Y en este sentido, toda la creación de Dios está en camino de salvación – y la redención no es la extracción del alma del cuerpo para llevarla a un cielo imaginario, sino la transformación del cuerpo humano y de toda la Creación en Gloria (es la Creación en su máxima realización). La posición de Ireneo reúne la unidad de la doble misión de Cristo. En contraste con Orígenes, los pensamientos de Ireneo representan la base auténtica de las acciones sociales católicas, aunque la primera parece ser la fuerza de mayor alcance para los pobres y marginados.

  1. Los puntos planteados en la teología de la Creación de Ireneo nos ayudan a elaborar algunos elementos básicos de la espiritualidad de JPIC.
    Nos ayudan a entender que la salvación y el Reino de los cielos son acontecimientos en esta tierra y no una aberración teológica celestial (CCC 2793 Catecismo de la Iglesia Catolica). Más concretamente, el reino de Dios es la renovación de la conciencia humana y la transformación de la tierra en nuestro hogar común. El Papa Francisco insiste en que la tierra es nuestra herencia común y es nuestra responsabilidad hacer de ella un hogar para todos. El profeta Isaías presenta esta imagen de un nuevo cielo y una nueva tierra como una perfección de relación en la cual el lobo morará con el cordero, el leopardo se acostará con el niño, el becerro y el león y engordarán juntos y un niño pequeño los guiará (Is 65, 17-25). La visión de Isaías presenta una gran pregunta para nosotros, los cristianos: ¿Estamos dispuestos a cambiar la forma en que vivimos y ayudar a otros, de tal manera que esta visión se realice? Reconociendo la profunda conexión entre la integridad ecológica y la paz, el Consejo Mundial de Iglesias (CMI) de Vancouver, en 1983, acuñó el eslogan «justicia, paz e integridad de la creación» para enfatizar el vínculo entre la justicia, la paz y las preocupaciones ambientales.

Proporciona el espacio en el cual los principios del CST se hacen inteligibles al servicio de JPIC. El CST es un cuerpo de principios éticos (el bien común, la solidaridad, la igualdad y la justicia) y los valores para la gobernanza global de los recursos de la tierra en beneficio de todos, pero es un instrumento que rara vez se conoce y se utiliza. JPIC busca un orden social alternativo basado en los principios y valores promovidos por el CST.
El sentido del Misterio de Dios se vuelve diferente. El misterio de quién es Dios siempre ha sido mal explicado a los cristianos, de tal manera que en la práctica Dios está totalmente alejado de la actividad humana y refleja la cosmovisión platónica. Michael J Himes considera a 1 Jn 4, 8 con vistas a un mejor aprecio de quién es Dios. Allí leemos que Dios es amor. Según Juan, Dios no es el amante, o el amado, sino el AMOR mismo. Dios no es lo que sentimos cuando amamos, no algo asociado con el amor, no una cosa dada en el amor, no una recompensa por el amor. ¡Dios es amor! Dios es igual a la experiencia del amor y amor si no lo que experimentamos en nuestras necesidades y cuando contribuimos a satisfacer las necesidades de los demás por la compasión.  Dios comienza a reinar en nuestro mundo cuando creamos la condición social en la que cada uno experimenta continuamente a Dios y evangelizar es hacer esta condición presente en nuestro mundo. Esta condición social es el significado práctico del Reino de Dios o el cielo (CCC 2793). Entonces la tarea singular de los cristianos es construir este reino mediante su influencia en la vida social y nacional, para el disfrute de todos (1 Tim. 6,17).
Entonces se hace imperativo reinventar el significado de la ciencia de la economía, superando la lógica del beneficio. La economía en su sentido clásico es la ciencia cuyo tema es la recolección, el cultivo y la distribución de los recursos materiales de la tierra con vistas a la prosperidad de las comunidades humanas. Una comunidad humana próspera es aquella en la que todas las necesidades humanas están satisfechas adecuadamente. Manfred Max-Neef subraya que una comunidad humana próspera incluye un ambiente hermoso. Por lo tanto, es el florecimiento de las comunidades tanto humanas como no humanas. La economía se entiende así dentro del contexto de la economía universal de la creación – oikonomia. Christiansen ofrece tres maneras de entender oikonomia. La primera es un hogar en el que Dios quiere dar a la gente acceso a la vida. Este es el significado teológico más profundo de la «economía» cuya preocupación es el sustento. La segunda es un hogar de creación en el que Dios quiere que las criaturas vivan juntas la interdependencia: aquí está el terreno religioso para la «ecología integral», cuya preocupación es relación mutua y beneficiosa con la naturaleza. Y la tercera se refiere al mundo que Dios quiere convertir en el hogar, estableciendo la justicia divina y la paz entre el pueblo y las naciones. Estas dimensiones sociales y éticas de la economía proporcionan un nuevo terreno para entender el sistema económico como una herramienta para la creación de la riqueza común que enriquece a todos, en contraposición con la actual creación de riqueza individual que empobrece a todos. Cuando entendemos la economía de esta manera, también entendemos el poder de manera diferente, que se aleja de la unilateralidad y la dominación y se acerca a la solidaridad, la compasión, el amor y el compartir. Así, se establece una interdependencia mutua entre el trío. La justicia económica incluye la cuestión de la justicia para la tierra y la justicia para la gente en la tierra. Por lo tanto, cada cuestión económica es también ecológica y religiosa y viceversa.
La espiritualidad de JPIC es una visión y una misión para un nuevo orden mundial (Apocalipsis 21,1, Lucas 4,18, Is 61, 1) basado en la solidaridad, el respeto mutuo por nuestra humanidad común, la distribución equitativa y sostenible de los recursos de la tierra.
Requiere hombres y mujeres que estén dispuestos a optar por comprometerse juntos a vivir con un sistema de valores diferente al de nuestro actual orden social mundial (Mateo 5, 1-12). Como dice el proverbio africano, «Cuando las arañas unen sus telas, atan un león».
Es una misión que exige un compromiso de conversión, una ética de vida consistente, un cambio social, acciones creativas no violentas y sobre todo compromiso con una vida personal de oración y confianza en Dios porque el terreno sobre el que estamos es Tierra Sagrada Ex 3, 5.
En conclusión, la espiritualidad de JPIC encapsula una espiritualidad que es sostenible y en total consonancia con el plan de Dios para la creación. Su visión no es sólo trascendente, sino también holística. En esta luz  examinamos el esqueleto básico de nuestras narrativas, a saber nuestra cosmovisión, con la esperanza de explorar otras alternativas. Podría ser útil en este momento preguntarse cuál de las siguientes maneras describe mejor su respuesta a los sufrimientos que nos rodean:
– Desesperanza
– Individualismo
– Interés propio
– Compasión
La respuesta proviene invariablemente de los filtros de nuestra cosmovisión que constituyen las bisagras de nuestra espiritualidad. Un elemento fundamental de la narrativa cristiana básica que llevamos es la visión del mundo sobre la cual se construye. Si queremos actualizar una narración cristiana que apoye a JPIC, necesitamos una visión del mundo diferente y, en consecuencia, una narrativa de fe diferente. Nadie derrama vino nuevo en los odres del viejo vino … (Mc 21-22, LK 5: 33-39, Mateo 9, 14-17).

Chika Onyejiuwa, CSSp

 

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