Condición económica de África: un peligroso explosivo para Europa

Setenta años después de la aceptación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH), hay razones para preguntarse si los derechos que afirma han tenido un impacto visible en la economía africana.

Adoptada en 1948 después de las dos guerras mundiales, la DUDH sirvió de base para una multitud de otros instrumentos internacionales sobre los derechos humanos. Los derechos económicos se puntualizaron en el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales. Este pacto, junto con el de los derechos civiles, políticos y la propia DUDH, establecieron lo que se ha denominado la Carta Internacional de los Derechos Humanos.

Cuando se adoptó la DUDH, el terror y la miseria eran las tristes realidades que vivía el continente africano, bajo la influencia de la colonización. Muchas naciones africanas obtuvieron su independencia en los años sesenta, algunas la consiguieron un poco antes o después. Sin embargo, este cambio legal no significó automáticamente el fin de la colonización. Con otras palabras, la explotación económica junto con la sumisión a otra cultura, continuó. Y todo eso no debe significar que los africanos sigan sin poder disponer libremente de su riqueza y recursos naturales, dejando de disfrutar plenamente de sus derechos y dignidad.

África sigue enfrentando las sombras de la dependencia de sus colonizadores y de sus consecuencias actuales. El capital, la tecnología y el equipo de los nuevos estados son totalmente de origen extranjero. Las estructuras económicas limitan a África a una oferta de mano de obra barata. No es sorprendente entonces que la actividad económica de África esté dominada por la agricultura de subsistencia y la pérdida de recursos naturales orientadas a satisfacer los intereses del mercado internacional y no las necesidades de las poblaciones locales. Esta economía orientada hacia el exterior beneficia, ante todo, a las corporaciones multinacionales, porque casi nada llega a la población local.

Una configuración económica y de desarrollo que no satisface las necesidades de la generación actual, que tampoco se preocupa de la generación futura y de la preservación de la integridad de la creación, no puede ser sostenible de ninguna manera. De hecho, para ser sostenible, el desarrollo debe conciliar tres elementos principales: la equidad social, la preservación del medio ambiente y la eficiencia económica.

Para lograr este desarrollo, África aún tiene un largo camino por recorrer. La mayoría de los líderes africanos han continuado incrementando y alimentando los conflictos internos, junto con la falta de un sentido de compromiso en la construcción de la nación. La falta de políticas sostenibles destinadas a preparar a los africanos, para que asuman la responsabilidad de la gestión socioeconómica de sus estados ha creado un desequilibrio que aún es difícil de reparar. Esto explica que, a pesar de que aproximadamente han pasado ya sesenta años de independencia en muchos estados africanos, el desarrollo económico y social aún se encuentra en la etapa embrionaria.

Entonces, ¿cómo podemos hablar de un logro efectivo de los derechos establecidos en la DUDH, donde las personas ni siquiera tienen los recursos para una subsistencia mínima? Es cierto que muchas empresas europeas están prosperando en África, pero hay que ver si están allí para contribuir a las economías locales o para su explotación, incluso a expensas de los derechos de las comunidades en las que trabajan. Estas comunidades se vuelven más pobres a medida que sus tierras se toman y se explotan bajo el pretexto del desarrollo económico y la mejora de las condiciones de vida. Si bien hay algunos empleados en las actividades de estas empresas, las condiciones laborales distan mucho de respetar la dignidad de los trabajadores y de satisfacer sus necesidades básicas, así como las de sus familias.

Mientras subsista este “status quo” económico en África, las corporaciones occidentales, los llamados países donantes y las elites corruptas y ricas de África son antagonistas para la economía africana. Pero, de todos modos, es una reminiscencia del proverbial avestruz que se niega a ver la verdadera situación de su vida y, al hacerlo, Europa, sin saberlo, elige sentarse sobre un peligroso explosivo.

Publicado por Odile Ntakirutimana | 7 de enero de 2019 | Soberanía Alimentaria 

(Foto  realizada por Alexander Koerner / Getty Images

Traducido de AEFJN para la Antena de Madrid

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